SOPA, temor e ignorancia en una ley

Si algún atributo inigualable ha tenido Internet es que desjerarquizó la producción de información y su consumo. Ninguna otra tecnología ha permitido la interacción y el acceso al conocimiento como ha sido este invento militar de los años sesenta.

Claro, no todo ha sido bueno, pero es que una tecnología no es buena o mala por sí misma: está ligada al uso que cada individuo, institución o gobierno quiera y pueda darle. Una década atrás, el prestigioso periodista Antonio Caballero, durante una cátedra pública organizada por la Universidad de Antioquia, habló sobre la importancia del periodismo y cómo era labor de quienes ejercemos esta profesión darle voz al que no la tuviera. Para entonces no existía la Web 2.0 e Internet apenas se incorporaba en los imaginarios académicos y empresariales.Yo estaba muy interesada en saber qué pensaría un periodista como Caballero sobre Internet. Osé por tomar el micrófono y le pregunté: ¿cómo cree que Internet podría darle voz a esos que no la tienen? Él contestó: “No sé nada de Internet, no uso Internet y no me gusta Internet. No puedo responderle su pregunta…” pero agregó: “¡Sólo temo que le pongan un bozal!”.

Durante años he pensado en este bozal y creo que las regulaciones que han ido apareciendo como el proyecto de Ley SOPA (Stop Online PiracyAct) y PIPA (Protect IP Act), en Estados Unidos, y en Colombia, el archivado proyecto de Ley Lleras, son esa mordaza a la que se refería Caballero. A los gobernantes se les convirtió en un “coco” controlar el enorme flujo de información que circula casi de forma instantánea en la red. Mucho más hacer respetar los derechos de autor.

Durante años los empresarios de software, editoriales y casas discográficas han presionado para que Internet sea regulado, con el fin de mantener el mercado como venía funcionando y evitar la piratería. Pretender regular el ciberespacio da cuenta de dos aspectos difíciles de resolver: encontrar un modelo de negocio rentable para cada uno de los sectores económicos que se han visto afectados con la “libertad” de la información y el miedo al cambio. Miedo que no es más que desconocimiento sobre las potencialidades de la web; temor combinado con ignorancia, que hace que se prohíba todo aquello que no se conoce y que, presuntamente, constituye una amenaza.

La solución, en mi concepto, es educar, no sólo a los ciudadanos sino a los empresarios y gobernantes para crear una cultura de respeto por el otro, en todos los aspectos. Restringir, perseguir y callar no son la salida. Comunicar es una necesidad humana e Internet se convirtió en el canal por excelencia para satisfacerla. Las leyes son bozales temporales que terminan rompiéndose cuando de libertad de expresión se trata.

*Comunicadora Social-Periodista, de la Universidad de Antioquia, máster en Comunicación Digital de la Universidad Vic de Barcelona (España) y magíster en Sociedad de la Información y el Conocimiento de la Universidad Oberta de Cataluña (España)

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